| |

El Holocausto Colombiano

Prólogo

Colombia, es un país que ha estado sumergido en guerras fratricidas que han contribuido a dilatar el desarrollo de una sociedad que acabó acostumbrándose a la violencia como parte de su vida diaria, y a consustanciar con la muerte como cosa habitual. Este documento de “El Holocausto Colombiano”, es apenas un brevísimo capítulo de estos últimos treinta años, en los que Colombia ha llevado la peor parte por cuenta de una improcedente estrategia impuesta de manera autoritaria por los Estados Unidos.  

La “Guerra contra las drogas” de Ronald Reagan, no solamente ha sido un completo fracaso, sino que hoy estamos más lejos que nunca de erradicar un mal que ha devastado las economías de los países que las producen. Hemos derrochado enormes recursos económicos, sacrificado incontables vidas humanas y llenado las cárceles del mundo en la lucha contra las drogas. No podemos seguir dejando solamente en manos de las autoridades un problema que debe de ser avocado también por grandes sectores de la sociedad que han considerado esta situación como un tabú que ha inhibido el debate público. Es imperativo encontrar alternativas innovadoras que nos alejen de esa política traumática y prohibicionista que tanto daño nos ha causado.

El holocausto colombiano

En septiembre de 2017, cuando el papa Francisco visitó Colombia, sus palabras fueron de reflexión y nos indicaban el camino para consolidar la paz que tan esquiva ha sido para nuestro país. En aquella ocasión dijo: “La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos” y que ese esfuerzo “nos debe hacer huir de toda tentación de venganza”.

Estas palabras tan esperanzadoras, sentidamente declamadas un año después de la firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, colmaron de ilusión y optimismo a millones de colombianos que tras generaciones de violencia y de estar matándonos los unos a los otros, creíamos que por fin el telón de la violencia caería cerrando una función de tantos años de terror y angustia.

Solo un colombiano, Álvaro Uribe Vélez, emprendió la acción de la venganza contra quien a su juicio lo había traicionado, y en esa sed mezquina de revancha arrastró también a millones de colombianos que, enceguecidos por su indigno líder, lo acolitaron para que el baño de sangre no se detuviera.  

En la historia de todos los países hay desastres y tragedias, pero en Colombia, estas se convirtieron en horror, en atrocidad, en barbarie, en infamia, en monstruosidad.

Corría el mes de febrero de 1980, en el tiempo en que las mafias de la cocaína comenzaban a aflorar y a producir titulares en la gran prensa, cuando cae asesinado Fernando Uribe Senior, Director de la Aerocivil, por negarse a entregar licencias a las aeronaves de los incipientes carteles de los narcos. Con su cadáver aún tibio y bajo la presión que efectuaron quienes manejaban el negocio de las drogas, se posesionó como nuevo director Álvaro Uribe Vélez, un abogado desconocido, con tan solo 28 años, con cara de monaguillo, pero con órdenes y propósitos de poner a volar la cocaína por todos los cielos del mundo. Menos de dos años le bastaron en el cargo para entregar más de 200 licencias a aeronaves de sus protectores y autorizar la construcción de pistas de aterrizaje en las haciendas de sus padrinos. (Se estima que cada licencia podría haberle dejado al director 2 millones de dólares, lo que le habría permitido hacer una fortuna de 400 millones de dólares en el corto lapso de 18 meses).

La primera pista de aterrizaje fue construida en la Hacienda Nápoles de propiedad de Pablo Escobar, totalmente pavimentada e iluminada. Reunía todos los requisitos que eran de obligatorio cumplimiento en cualquier aeropuerto del país, lo que la convirtió en la puerta de salida de toneladas de cocaína que los gringos empezaron a inhalar con placer y economía, pues se conseguía más barata que el opio o la heroína que llegaba del medio oriente.  Las aeronaves salían al anochecer cargadas de cocaína hacia los Estados Unidos y regresaban al amanecer abarrotadas de dólares. 

Fue en esos 18 meses en los que se incubó las más salvaje e inhumana guerra que ha cubierto de sangre, horror y tragedia el territorio colombiano en los últimos treinta años en sus cuatro puntos cardinales.

 La conformación del Cartel de Medellín de Pablo Escobar y los Ochoa, creció exponencialmente y los dólares que llegaban había que almacenarlos en bodegas como si fueran electrodomésticos. Era tal el flujo de dólares, que uno de los lugartenientes de tercer rango del capo, enmarcó en un cuadro, cuyo marco estaba forrado en laminilla de oro; un millón de dólares en billetes y lo titulo: “Mi primer millón”, y Escobar, haciendo gala de sus millones, construyó un portal en concreto a la entrada de sus hacienda Nápoles y sobre esta como símbolo de su poderío, colocó el primer avión con el que había iniciado sus envíos a los Estados Unidos. Toda una exhibición de poderío.    

En un negocio tan productivo donde las ganancias superan la imaginación, fue cuestión de tiempo para que empezaran a aparecer nuevos capos. (En aquella época un kilo de cocaína podía costar US$500 y seis horas más tarde, puesto en New York, ese mismo kilo costaba US$25.000. -multipliquen por una tonelada-.

En Bogotá surgió Gonzalo Rodríguez Gacha, apodado “El Mexicano” por su derretido amor al país de los mariachis. Sus haciendas llevaban nombres mexicanos y se daba el lujo de enviar su avión privado a México para llevar a sus haciendas a Vicente Fernández con todo su mariachi a fin celebrar su cumpleaños, igual el de su esposa e hijos. Lo regresaba después cargado de dólares y le encimaba costosos caballos de paso fino colombiano.

En Armenia apareció otro capo: Carlos Ledher que junto con Gacha, hicieron llave con Escobar y los Ochoa. En el Valle del Cauca, el cartel lo componían los Rodríguez Orejuela, dos hermanos que crearon un imperio financiero de tamaño gigantesco. -hoy pagan penas en cárceles de Estados Unidos-.  Varios capos pequeños más aparecieron pero no es del caso traerlos a colación. 

Después de este breve preámbulo de ineludible mención si queremos dimensionar al menos someramente la magnitud del negocio, regresamos a nuestro famoso personaje. Un tiempo después de dejar rodando el negocio de los narcos en la Aerocivil, Uribe es designado alcalde Medellín, pero solo dura en el cargo cinco meses. Iván Duque Escobar, prestigiosos político de Antioquia y padre del actual presidente Iván Duque, que fue impulsado a la presidencia por Álvaro Uribe, visita al entonces presidente Belisario Betancur para informarle de los nexos del alcalde Uribe con el Cartel de Medellín. En consecuencia, se ordena la remoción del alcalde.

En 1986, Álvaro Uribe es elegido senador gracias a su fortuna y al rio de dólares que aportaron a su campaña sus amigos narcos de Medellín, sin embargo, en 1994 después de dos períodos renuncia al senado y se lanza a conquistar la gobernación de Antioquia. Un año después triunfa y asume como gobernador el 1 de enero de 1995, y es en este período de tres años, cuando Uribe echa a andar la terrorífica maquinaria que hasta el día de hoy no ha cesado de dejar miles de muertos a lado y lado del camino.     

Las Convivir, eran asociaciones comunitarias creadas para prestar apoyos de vigilancia y apoyo a la seguridad de determinadas regiones. En todo el territorio nacional se crearon 414 Convivir, de las cuales 67 fueron aprobadas en Antioquia y son precisamente estas, las que bajo órdenes de los hermanos Uribe; Santiago y Álvaro, amparan la creación de ejércitos paramilitares que empiezan a sembrar el terror en el campo colombiano, siempre de la mano del señor gobernador y apoyados por el Ejército Nacional.  

La finca La Carolina de propiedad de los hermanos Uribe, fue la base de creación, entrenamiento y operación de los grupos paramilitares que luego saldrían a arrasar pueblos enteros. Allí, se creó el grupo conocido como Los Doce Apóstoles, cuyo nombre se debe al sacerdote y socio fundador Gonzalo Javier Palacios, mensajero de Cristo, como se hacía llamar en su parroquia de Yarumal.  El cura de las dos biblias, una común y corriente para dar misas y otra que llevaba a todas partes, pero en su interior alojaba en un espacio previamente arreglado un revolver Smith & Wesson, calibre 32, de seis tiros y cacha negra. Este cura maldito que se fue de esta mundo sin pagar por ninguno de sus crímenes, utilizaba el sacramento de la confesión para conocer las preferencias y las condiciones de sus fieles y luego reportarlos a los grupos paramilitares para que fueran ejecutados con sevicia y como ejemplo para toda la población. Cientos de fieles católicos creyentes de Dios todopoderoso terminaron descuartizados con motosierra gracias a los chivatazos del cura Palacios. Años después siendo ya un anciano, una señora lo reconoció en una iglesia de El Poblado en Medellín, (un barrio de clase alta) a la que había sido trasladado y lo increpó por sus pecados, el cura energúmeno sacó una navaja de un bolsillo de su sotana y trató de degollarla, afortunadamente el mensajero de Cristo no alcanzó su cometido.   

En la finca Guacharacas, de propiedad del gobernador Álvaro Uribe Vélez, se creó el grupo paramilitar más tenebroso, el Bloque Metro, cuyo jefe: Doble Cero, había sido elegido por el propio Uribe, que conocía de antemano su historial espeluznante y pavoroso. “El 6 de noviembre de 1998 será recordado entre los habitantes de Yolombó, nordeste de Antioquia, como “el día en que conocieron la oscuridad y la muerte”. El Bloque Metro, de Carlos Mauricio García, alias ‘Doble Cero’, un militar retirado obsesionado con desarraigar la subversión de las mentes y los corazones de la gente, lanzó una feroz arremetida contra esta población por considerarla bastión estratégico de las guerrillas de las Farc y el Eln. Desde ese día y durante cinco largos años, los paramilitares del Bloque Metro no se midieron en escrúpulos para hacer desaparecer campesinos inermes; asesinar adultos, ancianos y menores de edad en estado de total indefensión; forzar el éxodo de veredas enteras, saquear y destruir caseríos que cayeron bajo sospecha de albergar guerrilleros”. Verdadabierta.com.

Cuentan quienes conocieron al comandante Doble Cero, que tenía la costumbre de guardar las cédulas de ciudadanía de sus víctimas. El día que lo mataron, encontraron 12.000 cédulas entre sus pertenencias. Este jefe, cruel e inhumano, cayó asesinado por orden de Álvaro Uribe cuando se mostró en contra de sus directrices. Esto da una idea clara del tenebroso e inmenso poder que ostenta Uribe Vélez.

Cientos de masacres se atribuyen a los paramilitares de Uribe, pero solo vamos a destacar tres de ellas, las masacres de La Granja, El Aro y El Salado.

Algo más de 30 paramilitares llegaron a La Granja, al mando del ya conocido Doble Cero. “Alrededor de 30 integrantes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, asesinaron el 11 de junio de 1996 a cinco personas en el corregimiento La Granja, en el municipio de Ituango, Antioquia. Los paramilitares recorrieron el casco urbano del caserío, cerraron los establecimientos, sacaron a los habitantes a las calles, los acusaron de ser supuestos auxiliadores de la guerrilla y los torturaron y asesinaron delante de sus vecinos y familiares. Según las investigaciones de la Fiscalía, estas personas no tenían nexos con la subversión.” En esta incursión los paramilitares contaron con el apoyo de la policía. Rutas del Conflicto. Masacre de La Granja. 

A 200 kilómetros de Medellín está El Aro, una población rural y montañosa que contaba con 75 casas construidas. Su nombre se le debe a Miguel Ángel Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, quien en la guerra entre liberales y conservadores, -1948 – 1958-, desde el púlpito de la catedral aseguraba que matar liberales era pecado venial.

El 22 de octubre de 1997, 150 paramilitares entraron en el casco urbano, llevaban una lista de supuestos colaboradores de la guerrilla. Los reunieron a todos en la plaza principal y allí los ejecutaron uno a uno, a la vista de sus esposas, madres e hijos. “A Marco Aurelio Areiza Osorio, de 64 años y dueño de la principal tienda del pueblo, lo señalaron de vender víveres a la guerrilla. Lo apartaron del grupo. A empujones lo llevaron cerca del cementerio donde “lo amarraron a un árbol y lo torturaron, le sacaron los ojos, le cortaron la lengua, lo abrieron y le levantaron la piel. Luego le enterraron un cuchillo”, según aparece en los expedientes del caso.” “Revista Semana. La galería del horror: 23 años de la masacre de El Aro”.

Más de 25 civiles fueron asesinados, 55 casas incendiadas y 800 personas huyeron espantadas. Los paramilitares se quedaron cuatro días más cometiendo las más horribles violaciones a mujeres y niñas con el apoyo de la IV Brigada del Ejército de Colombia con sede en Medellín. Un helicóptero artillado del Ejército y otro de la gobernación, sobrevolaron el área durante varios minutos para constatar el éxito de la operación y reportar al señor gobernador.  

  El jefe de esta operación fue Francisco Enrique Villalba, quien años más tarde en declaraciones a la JEP, (Jurisdicción Especial para la Paz, creada con motivo de los acuerdos de paz del gobierno del presidente Juan Manuel Santos), manifestó que luego de la incursión, “se reunieron en la base de entrenamiento de Caucasia con el jefe máximo de los paramilitares, Carlos Castaño, unos ganaderos, militares de la IV Brigada del Ejército y el gobernador Álvaro Uribe, quien me dijo estar muy satisfechos con los resultados de la operación, me felicitó y agregó: ‘siempre por eso le he tenido confianza para las operaciones especiales’.  

Luego vino el discurso de Uribe diciendo que la operación había sido un éxito y nos daba las gracias. En seguida Carlos Castaño, sacó una medalla de oro que tenía el mapa de Colombia con un campesino parado en el centro con una bandera y la colocó sobre mi pecho en medio de nutridos aplausos”. 

La masacre de El Salado fue quizás la más cruel e inhumana. El 18 de febrero de 2000, el Bloque Central al mando de Freddy Rendón Herrera, conocido como “El alemán”, incursionó en El Salado y durante cuatro días asesinaron y degollaron en la plaza principal en presencia de los pobladores que habían sido obligados a asistir, a 60 campesinos y luego jugaron futbol con sus cabezas. Los cuerpos permanecieron esos mismos días tendidos en la plaza porque prohibieron que fueran recogidos y sepultados. “RCN Radio. Víctimas conmemoran 18 años de la masacre de El Salado en Bolívar”.      

La finca Guacharacas, de propiedad del gobernador Uribe, fue la punta de lanza donde se entrenaron sicarios y paramilitares. Allí llegó contratado el mercenario israelí Yair Klein, que se ocuparía de entrenar los escuadrones paramilitares que luego irían a cometer los más aberrantes crímenes contra la población indefensa.

A este sujeto la justicia colombiana le siguió la pista y logró obtener desde Israel sus declaraciones en las que afirmó: “que para su trabajo con los paramilitares había contado con el apoyo directo del ejército colombiano y otras instituciones estatales, además de haber recibido financiamiento de alguien que luego llegaría a convertirse en presidente del país”.                                                                                                                       

La perversa alianza entre narcos y paras afianzada durante sus tres años de gobernador rindió sus frutos en el año 2002. Sus poderosos tentáculos, el caudal inagotable de dólares del Cartel de Medellín, la poderosa, siniestra y represiva maquinaria de los paramilitares, llevaron a Álvaro Uribe Vélez a ganar la contienda presidencial en primera vuelta con el 53% de los votos.

En un país cansado de guerra por 50 años, su promesa de exterminar a la guerrilla de las Farc, (algo que no consiguió en su primer período ni tampoco en su fraudulento segundo período) llenó de esperanzas a los colombianos que vieron en él al pacificador de Colombia. Qué equivocados estábamos.

Su infame guerra comenzó a los tres meses de su posesión. Amparado en su programa bandera de la “Seguridad Democrática”, ordenó la invasión de la Comuna 13 de Medellín, denominada Operación Orión por el Ejército, para sacar a las milicias de las Farc. Bajo las órdenes de la Ministra de Defensa, Martha Lucía Ramírez, ejército y policía en ilegal contubernio con los paramilitares, entraron a sangre y fuego para erradicar a las Farc y despejar el camino para que estos se afianzaran como los nuevos amos en la Comuna 13.

Para resumir: sacaron a los asesinos de las Farc, pero posesionaron a los criminales paras. El resultado fue aterrador: 87 civiles heridos, 17 bajas cometidas por la fuerza pública, 71 personas asesinadas por los paramilitares, 15 personas torturadas, 92 desapariciones forzadas y 370 detenciones arbitrarias. Hasta el día de hoy, las investigaciones por este horror duermen el sueño de los justos en las gavetas de los organismos de control y de la Fiscalía General de la Nación.    

Cuando un ejército pierde su norte ético, envilece el honor militar y cae en pantanos de desprestigio. Fue así como las Fuerzas Militares enviciadas de vieja data, se convirtieron en una empresa criminal que por pírricas recompensas se dedicaron a matar a miles de colombianos indefensos y ajenos totalmente al conflicto armado. Por instrucciones del presidente, el ministro de defensa Camilo Ospina, dictó la directiva 029 de 2005, por medio de la cual se reglamentó el pago de recompensas de hasta $3.800.000 (aproximadamente US$2.200 de la época) a militares por capturar o dar de baja a guerrilleros. La directiva también contemplaba, ascensos, condecoraciones y viajes al exterior en servicio representativos a oficiales que se destacaran en esa contienda.

En el marco de la Seguridad Democrática, cuya bandera era la seguridad, se cometieron las prácticas más indignantes de asesinatos por parte de la fuerza pública en asocio con los paramilitares con el propósito de mostrarle al país que la guerra contra las Farc se estaba ganando.

Eran tantos los muertos injustificados que aparecían diariamente, que los militares preocupados por las altas estadísticas de homicidios y masacres que estaban siendo investigados por organismos de Derechos Humanos, les pidieron a los paramilitares que encontraran una forma de ocultarlos. Para borrar el rastro de sus crímenes construyeron hornos crematorios en los que incineraron vivos y muertos a cientos de colombianos. Estos hornos también sirvieron para incinerar a cientos de cuerpos que habían sido enterrados en fosas comunes, con el propósito desaparecer evidencias ante la fiscalía que iba tras las pesquisas de informantes sobre esta práctica macabra.

En julio de 2018, la Jurisdicción Especial para la Paz JEP, anunció la apertura del Caso 003: “Muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado”. En esta investigación se encontró que 6.402 civiles que no tenían ninguna relación con la guerra, habían sido dados de baja por la fuerza pública en ejecuciones extrajudiciales, práctica mejor conocida como la de los Falsos Positivos. Para ello, contaron con 46 reclutadores contactados por miembros de inteligencia del Ejército. La orden era reclutar a jóvenes humildes, desempleados, drogadictos cuyas familias no tuvieran recursos para denunciar. Les ofrecían un trabajo con el Ejército e ilusionados los llevaban en camiones a más de 600 kilómetros de distancia de sus hogares, donde eran entregados en el camino a distintos jefes militares. Les suministraban uniformes camuflados y los conducían a un terreno llano y les ordenaban correr 50 metros y luego regresar. Cuando los muchachos iban de regreso las ráfagas de las ametralladoras los dejaban tendidos sobre la yerba. Las balas iban dirigidas al pecho y estómago para reportar un combate frente a frente. Luego venía la parte logística, les colocaban armas, tomaban fotografías y en seguida, sin sonrojarse siquiera, reportaban al comando un enfrentamiento con un grupo de las Farc y tres guerrilleros dados de baja.  

Hay casos documentados en los que al no tener prospectos por parte de los reclutadores y ante la presión de los oficiales, asesinaban a cualquier civil, le ponían el camuflado, las armas, le tomaban la foto y reportaban una baja en combate. En varios casos aparecen fotografías de los cuerpos con las botas al revés, o armas en la mano derecha, para determinar posteriormente en la investigación que el muerto era zurdo.

Cuando se acercaba el Día de la Madre, el oficial reunía a los soldados y les decía “si quieren tres días de permiso para estar con sus mamás, necesito cinco bajas” y ahí comenzaba la cacería.

Silencio en el paraíso, una película del guionista y director Colbert García, se inspiró en la trampa que se cerró sobre varios jóvenes de Soacha, una población a pocos kilómetros de Bogotá, cuyas madres han llevado sus clamores hasta las cortes internacionales de justicia.

YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=xfZjNm9oOxI&t=46s&ab_channel=JeffersonLara

Los Falsos Positivos comenzaron a aparecer en los medios noticiosos y cientos de madres a reclamar por el asesinato de sus hijos. Estaba empezando a destaparse la olla más podrida del gobierno de Uribe. El Ejército tratando de cubrir sus crímenes, desató una limpieza entre los 46 reclutadores y uno a uno fueron cayendo asesinados. Solo uno se salvó por encontrarse enjuiciado por el delito de tentativa de extorsión.

Dicen que el pasado no perdona y que muchas veces regresa para atormentar, como ha sucedido con el descubrimiento de una fosa común en Dabeiba, Antioquia, donde han sido encontrados los restos de 71 personas asesinadas como parte de la política de falsos positivos. Algunos cuerpos encontrados sin ropa y boca abajo, en bolsas negras, otros con las manos, los pies y el cuello amarrados. Falta aún mucha barbarie por ver la luz que sigue oculta en esa lóbrega y siniestra vida de Uribe. Por ello las miradas del país caen sobre Uribe por cada masacre. Y cada vez que un testigo es asesinado, Uribe es mencionado como el primer sospechoso. Los cuerpos de Dabeiba y de los 6.402 falsos positivos, son suyos y están uno a uno incrustados en su sucia conciencia, tan cierto, como que amanece cuando el sol despunta en el horizonte. Son crímenes que sin tregua surgen cada día para atormentar cada segundo de la existencia nauseabunda de Álvaro Uribe.

Más de 30 funcionarios de altísimo nivel del Gobierno, que trabajaban al lado del presidente, delinquieron acatando las órdenes de Uribe y hoy pagas penas de prisión entre 4 y 14 años e inhabilidades por 18 años para ejercer cargos públicos. Era toda una banda de delincuentes en la Casa de Nariño. Todos decidieron asumir la culpa, perder su dignidad, honra y buen nombre y callar para protegerlo. Así será el temor que les infunde Uribe. Cada vez que un juez o magistrado estudia un caso que vincula a Uribe con alguno de sus múltiples delitos, él, su esposa y sus hijos empiezan a recibir amenazas, sufragios, coronas o muñecos ensangrentados.

Podría seguir escribiendo miles y miles de folios sobre miles y miles de crímenes más de Uribe. Actualmente Álvaro Uribe tiene 270 demandas ante la Corte Suprema de Justicia. Colombia registra casi 80.000 desapariciones forzadas de las que el 46.1% se le atribuyen a los paramilitares. Esto pone en evidencia la posibilidad de que los falsos positivos puedan llegar a cifras estremecedoras.

Escribir esta historia ha sido una como un bálsamo sanativo que me ha quitado de encima un gran peso. Pienso que ya es tiempo de una recapacitación profunda y un cambio de valores distintos. Necesitamos menos heroísmo y más aptitud, menos hombres y mujeres en la guerra y más hombre y mujeres al cuidado de la Paz. 

Todo lo dicho aquí está sustentado con nítidas evidencias, testimonios, vídeos, grabaciones, libros, documentales, películas, columnistas de opinión, académicos, investigaciones nacionales e internacionales y testigos. Solo me resta agradecer a los lectores su paciencia y su comprensión a través de estas líneas tan sobrecogedoras.

Libros consultados

Las perlas Uribistas. Ramiro Bejarano. Daniel Coronel y 10 escritores más.

Y refundaron la patria… Claudia López

El Clan de los Doce apóstoles. Olga Behar

Por las sendas del Ubérrimo. Iván Cepeda y Jorge Enrique Rojas

Los Jinetes de la cocaína. Fabio Casillo

Falsos Positivos. La verdad del cabo Mora. Carlos E Mora y Guylaine Roujol P.

La guerra no es un juego de niños. Pilar Lozano

La Batalla por la Paz. Juan Manuel Santos.

 

Referencias.

Cuando el Matarife puso a volar los carteles de la cocaína. José Arnulfo Bayona

https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/cuando-el-matarife-puso-a-volar-los-carteles-de-la-cocaina

Finca La Carolina. Base de entrenamiento de grupos paramilitares

https://www.semana.com/nacion/articulo/finca-de-uribe-fue-supuesta-base-de-grupo-paramilitar-segun-investigacion-de-nsa/574716/

Creación del Bloque Metro. Fantasma que ronda a Uribe. Verdadabierta.com

https://verdadabierta.com/bloque-metro-el-fantasma-que-ronda-a-alvaro-uribe-velez/

Masacre de La Granja. Rutas del Conflicto

https://rutasdelconflicto.com/masacres/la-granja

Masacre de El Aro. La galería del horror: 23 años de la masacre de El Aro

https://www.semana.com/nacion/articulo/la-galeria-del-horror-23-anos-de-la-masacre-de-el-aro/202051/

La Operación Orión: una herida abierta en la Comuna 13

https://www.pares.com.co/post/operaci%C3%B3n-ori%C3%B3n-una-herida-abierta-en-la-comuna-13

El crematorio del Bloque Catatumbo.

https://verdadabierta.com/el-crematorio-del-bloque-catatumbo/

Los hornos del horror en el Catatumbo. El Espectador

https://www.elespectador.com/colombia/mas-regiones/los-hornos-del-horror-en-el-catatumbo-article-140079/

Caso 003 JEP. Asesinatos presentados como bajas por agentes del Estado

https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Documents/Auto%20005%20-%20Apertura%20Caso%20003%20Muertes%20ileg%C3%ADtimamente%20presentadas%20como%20baja%20en%20combate%20SRVR%20(1).pdf

El Espectador. JEP identificó seis nuevas fosas comunes en cementerio de Dabeiba (Antioquia)

https://www.elespectador.com/colombia-20/jep-y-desaparecidos/jep-identifico-seis-nuevas-fosas-comunes-en-cementerio-de-dabeiba-antioquia-article/

Así operaban los 46 reclutadores de «falsos positivos»

https://www.laorejaroja.com/asi-operaban-los-46-reclutadores-de-falsos-positivos/

 

Publicaciones Similares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.