Biografía

Nací en Colombia, en la Ciudad de Bogotá D.C. en 1946. Terminados mis estudios secundarios en el año de 1967, ingresé a la Universidad Jorge Tadeo Lozano para convertirme en Contador Público Juramentado como eran los
deseos de mi padre, pero después de dos años de balances, estados de pérdidas y ganancias, y un cosquilleo que todos los días me advertía que iba mal encaminado, opté por darle un giro a mi vida. 

Gracias al apoyo del Dr. Jaime Forero Valdés, en ese entonces síndico de la universidad y a quien tuve el agrado de volver a saludar después de muchos años cuando vino a Australia a acompañar a su esposa Miriam -nombrada Cónsul General de Colombia-, logré un rápido traslado hacia el periodismo y cuatro años más tarde obtuve mi tarjeta profesional de periodista, otorgada en ese entonces por el Ministerio de Educación Nacional.

A partir de este momento mi peregrinar por diferentes medios de comunicación me ha dejado innumerables gratas experiencias y no pocos sinsabores. 

En los albores de nuestras actividades, con esos arrestos de justicia que brotan como botones en flor y nos creemos los grandes innovadores, con otros dos compañeros, creamos el semanario El observador judicial

A la postre, fueron dos años de batallas más perdidas que ganadas, la pobre legislación que amparaba a los periodistas en ese entonces, era casi que nula y cualquier incursión en los asuntos del gobierno era vista como si fuera una extrema izquierda malsana y revolucionaria. Siempre nos observaban como si en nuestra frente estuviera esculpido el apellido Marx o Engels. Este fue uno de los primeros sinsabores que me hizo sentir como si hubiera nacido en el siglo equivocado.

Después de mi frustrante incursión como empresario y de mi infructuosa lucha por convertirme en adalid de la justicia, entré algo más en materia y me vinculé con la agencia de noticias American Press, creada por periodistas colombianos, en la que desarrollé y afiné un buen olfato para estar en el momento oportuno de la noticia. Algunos años después me enteré de que por aspectos legales con una cadena norteamericana, tuvieron que cerrar la agencia.

Por aquella época, 1979, un poderoso grupo económico del Valle del Cauca adquirió el control de una pequeña cadena radial y tras una fuerte inversión logró conformar una red de radiodifusión nacional con más de veinticinco emisoras tomando el nombre de Grupo Radial Colombiano. Hice parte de esta nueva organización por aproximadamente dos años y sigilosamente me retiré cuando descubrí que el grupo inversor dejaba mucho que desear y sus estándares éticos reñían abiertamente con la objetividad sagrada que debe adornar al buen periodismo.

Junto con un mayor retirado del ejército, incursioné en los medios impresos y creamos la Revista Hosmilmédica, una publicación científica del Hospital Militar Central de Bogotá que aparecía inicialmente de manera bimestral. Hice también parte del cuerpo de redacción de la revista de la Escuela de Caballería del ejército y finalmente creé y dirigí mi propia publicación, la Revista Prevención, sobre seguridad industrial, que en circulación cerrada se distribuía en todo el país a través de los cuerpos de bomberos en cada ciudad. Mi trabajo con esta revista me proporcionó agradables sorpresas como haber llegado a ser subteniente del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Bogotá.

Fue entonces cuando me dediqué con gran entusiasmo a los medios impresos, los que me daban la oportunidad de expresar de una manera más detallada mi disentir con las políticas gubernamentales, sin presentir que por esto tendría que abandonar mi país años más tarde.

Casi dos lustros atrás habían contraído nupcias con Dolly Arroyave Eastman, oriunda de un municipio de castellanos abolengos, Santana de los Caballeros, más conocida como Anserma en el departamento de Caldas. Esta circunstancia me vinculó con una tierra maravillosa, la zona cafetera de Colombia, recientemente declarada Patrimonio de la Humanidad por sus maravillosos paisajes. De esta unión me quedaron dos hijos maravillosos, Francisco y Gloria Isabel. Mis visitas asiduas a esta pujante y exuberante región obraron en mí como un imán al que me fue imposible repeler y terminé viviendo en la querendona, trasnochadora y morena ciudad de Pereira, —debo aclarar que así la llaman con orgullo sus lugareños—.  

Aquí encontré abiertas generosamente las puertas del Diario del Otún, un periódico joven de orientación conservadora, en el que por primera vez descubrí lo excitante de combinar periodismo y publicidad. Sin embargo, mis punzantes artículos contra el gobierno del presidente César Gaviria -para colmo de males, oriundo de esta tierra- por su desacertado manejo en la problemática narcoterrorista y la burla que tuvo que soportar Colombia por aquella famosa cárcel de La Catedral, terminaron por convertirme en un personaje non grato, no solo para el gobierno, sino para las huestes mafiosas y como el hilo se revienta siempre por la parte más débil

Tras un atentado que atribuyo a estas últimas, permanecí dos días en el Hospital San Jorge, mientras que en el quinto piso, Francia Lucía Uribe, hoy en día mi segunda esposa, alimentaba a mi hija María Fernanda que gracias a la angustia y al terror de su madre, decidió nacer antes de siete meses y permaneció 17 días en los famosos ventiladores luchando por su vida.


Después de esto opté por salir de Colombia, pero del Diario del Otún conservo grandes recuerdos de unos jefes y unos compañeros extraordinarios de los que aún hoy después de más de veinte años, recuerdo con afecto. Llegué a Australia el 25 de abril de 1995, pleno de miedos y frustraciones a insertarme en un país desconocido y muy lejano del mío, con una gran variedad de culturas hasta entonces por mí desconocidas, pero que con el correr de los años me han enseñado la enorme creatividad y riqueza con la que han contribuido para que este gran país, por su calidad de vida, ostente el honor de ser uno de los mejores lugares del mundo para vivir.


En este país, tomé a Francia Lucía en segundas nupcias y nuestra luna de miel en la paradisíaca Gold Coast contó con la compañía de nuestra pequeña hija María Fernanda, a la postre, quien más la disfrutó, no había poder humano que la sacara de la piscina. De mi padre heredé una buena voz para cantar, un arte que en Colombia hizo parte de mi vida social y aquí en Australia me proporcionó algunas entradas económicas que aliviaron el presupuesto familiar, como testimonio de ello quedan dos CD.


En medio de estos avances logré consolidar una pequeña familia, mi esposa Francia Lucía, que con tanto amor ha soportado mis rabietas se ha constituido en el centro planetario de mi vida. Mis hijos Raúl Francisco, Gloria Isabel y María Fernanda, de los que me siento inmensamente orgulloso, han sabido enfrentar y superar con sus grandes valores, los desafíos que el éxito impone a quienes buscan alcanzarlo, y mi único nieto Samuel, gracias a la educación que está recibiendo de su padre, puedo asegurar sin temor a equivocarme que llegará a ser un hombre de bien. Esto me obliga a darle gracias a la vida por tanta fortuna.


Encontré por fin, después de varios años, el espacio y la tranquilidad que buscaba para dar rienda suelta a mi imaginación. El periodismo seguía en hervor dentro de mí y un buen día tomé la pluma y la tinta y me desboqué en cuartillas de papel, cientos de las cuales fueron a parar al bote de la basura. Pero algo quedó de ellas, y así nacieron seis historias llenas humor y picardía, a las que puse por título “Con estos cuentos me acuesto”. No podía dejar de escribir algo de un personaje a quien admiré muchísimo y con todo el amor que le profesé, escribí una corta historia sobre mi hermano Manuel, a la cual titulé “In memoriam”.


Con la confianza y la acogida que obtuve con mi primer libro, me lancé lanza en ristre a crear mi primera novela, fueron dieciséis meses, entre cuatro y cinco horas diarias, y gracias a la paciencia de mi esposa Francia, y a quintales de cafeína para mantenerme despierto, con pulso firme y gran satisfacción esculpía en la última página la palabra fin. El 21 de noviembre de 2015, “La melliza” debutó en sociedad, un día memorable para mí, numerosos amigos y conocidos se hicieron presentes en aquel recinto de Lidcombe, para rubricarme con su presencia el valor incalculable de su amistad.

Dos años después, aquellas historias de humor y picardía nacieron de nuevo en el idioma de Shakespeare. “Seven Wonders Before Bed”, fue publicado en Londres UK, por Olympia Publishers en 2018. En agosto 2019, aparece mi última novela, “Los Ángeles Albinos”, una conmovedora historia escrita con una prosa profunda y cautivadora, sin un instante de tregua, que rastrea la fragilidad del ser humano y en su loca carrera por encontrar el amor, la felicidad y el verdadero sentido de la vida, arrasa como un vendaval dejando a su paso desolación y ruina. En noviembre 2020 se publica en América, “The Twin”, la versión en inglés de “La melliza” mi primera novela. Fidel y Verónica los protagonistas son perseguidos por los bandidos que han puesto precio a sus cabezas, y huyen desesperados por las montañas indomables de Colombia en una aventura que enfrenta los peligros más escalofriantes.